(Revista Muy Interesante) A más mentiras, más
sustancia blanca. Un equipo de investigadores de la Universidad de
California del Sur (EE UU) descubrió hace unos años que la estructura del cerebro de los mentirosos compulsivos es
distinta de la de los honestos. Concretamente, los investigadores
estadounidenses han detectado que los embusteros compulsivos tienen en el
lóbulo frontal del cerebro más cantidad de sustancia blanca que de sustancia
gris, en torno a un 22% más. Dicho de otro modo, cuanto más 'cableado' tiene un
sujeto el lóbulo prefrontal mayor es la facilidad que posee para mentir, tal y
como daban a conocer en The British Journal of Psiquiatry.
Cambios de
temperatura en el rostro. Cuando una persona miente se produce un 'efecto
Pinocho', debido al cual la temperatura de la punta de su nariz aumenta o
disminuye. También ascience su temperatura corporal en la zona del músculo
orbital, en la esquina interna del ojo, según una investigación realizada por
la Universidad de Granda con ayuda de termografía, una técnica basada en la
detección de la temperatura de los cuerpos . ¿Cuándo decimos bulos? Según un
trabajo dado a conocer en Psychological Science, las personas se muestran más
predispuestas a mentir cuando actúan muy rápido y con poco tiempo. Cuando
tienen más tiempo para reflexionar, sin embargo, restringe mucho la cantidad de
mentiras de su discurso y se resiste a engañar. Según concluyen los autores, lo
mejor es no presionar a una persona que queremos que sea sincera.
Los ojos sí engañan.
Aunque existe la extendida creencia de que el movimiento de los ojos de una
persona puede revelar si está mintiendo, y en concreto que el movimiento de los
ojos hacia la derecha mientras nos comunicamos indica falta de honestidad, un
estudio publicado hace poco en PLoS ONE revela que esta idea es infundada.
Según Caroline Watt, de la Universidad de Edinmburgo, la idea es carece de
fundamento y ha quedado desmentida por sus experimentos.
Mentiras insanas.
Decir la verdad mejora la salud física y mental de las personas, según un
estudio titulado "Ciencia de la Honestidad" Y dado a conocer en la
última convención Anual de la Asociación Americana de Psicología. Por término
medio, se estima que un norteamericano miente 11 veces cada semana. En los
experimentos con más de un centenar de personas, Antita E. Kelly y sus colegas
de la Universidad de Notre Dame comprobaron que si se les pedía que redujeran
el número de mentiras, transcurridas diez semanas su salud física y mental
había mejorado notablemente.
El estómago detecta
embustes. Los cambios en la fisiología gástrica podría proporcionar un
método mejor que los polígrafos clásicos para distinguir quien miente de quién
dice la verdad, según un estudio de la Universidad de Texas que ha identificado
un vínculo directo entre el actor de mentir y el aumento de las arritmias
gástricas. Los científicos emplearon simultáneamente electrocardiogramas (para
el corazón) y electrogastrogramas (para el estómago).
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